Así dice el Señor del universo, Dios de Israel, sobre Moab: ¡Ay de Nebo, desolada! ¡Quiriatáin humillada y conquistada, la fortaleza humillada y deshecha!
Nadie volverá a ensalzar a Moab, en Jesbón se fraguó su desgracia: «¡Vamos a extirparla de las naciones!». También Madmén enmudece, la espada corre tras ella.
Lloraré por ti, viña de Sibmá más que por Jazer. Tus sarmientos llegaban al mar, se extendían a tierras de Jazer; pero tu cosecha y tu vendimia cayeron en manos del devastador.
Los gritos de auxilio de Jesbón llegan a Jahás y a Elalé; las voces de la gente de Soar llegan a Joronáin y Eglat Salisá, pues incluso las aguas de Nimrín se van a convertir en sequedales.
A la sombra de Jesbón se paran faltos de fuerza los fugitivos: pues un fuego ha salido de Jesbón, llamas de la ciudad de Sijón, que consumen las sienes de Moab y el cogote de la gente de Saón.
he decidido poner al descubierto el flanco de Moab, privarle de sus ciudades de un extremo al otro del país, privarle de sus joyas que son Bet Jesimot, Baal Meón y Quiriatáin.
Hace ya trescientos años que Israel está establecido en Jesbón y en sus aldeas, en Aroer y en sus aldeas y en todos los poblados que están a ambos lados del Arnón, ¿cómo es que no lo habéis recuperado en todo ese tiempo?