El Señor se apareció a Abrán y le dijo: —Yo daré esta tierra a tu descendencia. Entonces Abrán erigió allí un altar al Señor, porque se le había aparecido.
Se dirigen al reino de los muertos cual rebaño al que la misma muerte pastorea. De mañana los someten los íntegros mientras su imagen se desfigura en el reino de los muertos; lejos de sus palacios.
Lo asignaréis por suertes como heredad tanto para vosotros como para los extranjeros que residen entre vosotros y que han tenido familia en el país. Los trataréis como israelitas nativos y participarán en la distribución de las heredades junto con las tribus de Israel.
Y el pueblo de los santos del Altísimo recibirá la soberanía, el poder y la gloria de todos los reinos que existen bajo el cielo. Su reino será eterno y todos los poderes le obedecerán y estarán a su servicio.
A los clanes más numerosos darás mayor heredad; a los menos numerosos, una heredad menor. A cada clan se le dará una heredad en conformidad con las personas que tenga registradas.
Repartiréis la tierra por sorteo entre vuestros clanes: a los clanes más numerosos les daréis una porción mayor; a los menos numerosos, una porción menor. Cada uno tendrá la propiedad que le toque en suerte y haréis el reparto entre vosotros por clanes patriarcales.
Josué se apoderó de toda la tierra, tal como el Señor le había prometido a Moisés, y se la dio en heredad a Israel, repartida en lotes para cada tribu. Y, acabada la conquista, el país quedó en paz.
Esta es la heredad que recibieron los israelitas en el país de Canaán, heredad que les repartieron el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia de las tribus de Israel.