—Ordena a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que retire los incensarios de en medio de la hoguera, pues están consagrados, y que esparza el fuego a cierta distancia.
No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien obedecerán los pueblos.
Salió fuego de su rama, devoró sus sarmientos y su fruto. Ya no le quedan ramas vigorosas que puedan ser cetros reales. Se trata de una elegía, y como elegía ha de cantarse.
Y convertid esos incensarios —los de esos hombres cuyo pecado les costó la vida— en láminas para cubrir al altar; porque una vez que fueron utilizados para presentar ofrendas al Señor, han quedado consagrados, y servirán como advertencia al pueblo de Israel.
Cuando Moisés acabó de instalar la Morada, la ungió y la consagró junto con todos sus utensilios; asimismo ungió y consagró el altar y todos sus utensilios. Una vez que hubo ungido y consagrado todo,