Entonces el Señor dijo: —Los perdono conforme a tu petición.
Reconoced, pues, mutuamente vuestros pecados y orad unos por otros. Así sanaréis, ya que es muy poderosa la oración perseverante del justo.
Pensaba el Señor exterminarlos, pero Moisés, su elegido, intercedió delante de él para calmar su furia destructora.
Señor, Dios nuestro, tú les respondías; tú eras para ellos el Dios que perdona y quien castiga sus maldades.
Así dice el Señor: Encontró favor en el desierto el pueblo escapado de la espada; Israel se dirige a su descanso,
El Señor accedió a la petición de Moisés y murieron las ranas de las casas, patios y campos.
Entonces el Señor renunció a aplicar el castigo con que había amenazado a su pueblo.