Pero el criado respondió: —¿Cómo puedo dar esto a cien personas? Y Eliseo insistió: —Dáselo a la gente, para que coma; pues el Señor ha dicho que comerán y sobrará.
El capitán, que era el brazo derecho del rey, respondió al profeta: —Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo. Eliseo replicó: —¡Tú mismo lo verás, pero no lo catarás!
El Señor respondió a Moisés: —Ahora verás lo que voy a hacer con el faraón: una fuerza poderosa lo obligará a dejarlos salir y no tendrá más remedio que echarlos de su país.
¿Por qué cuando vengo no hay nadie, llamo y ninguno responde? ¿Es pequeña mi mano para redimir, o no tengo fuerza para salvaros? Solo con un grito seco el mar, convierto los ríos en desierto, y muertos de sed por falta de agua, se pudren todos sus peces.
¿Por qué te estás portando como quien está adormecido, como guerrero incapaz de salvar? Pero tú, Señor, estás entre nosotros, somos reconocidos por tu nombre. ¡No nos abandones!
Yo soy el Señor, quien habla, y lo que hablo se cumplirá sin dilación. Y precisamente en vuestros días, casa rebelde, pronunciaré una palabra y haré que se cumpla —oráculo del Señor Dios.
Yo, el Señor, he hablado de lo que va a suceder y lo haré. No me contendré, no tendré misericordia ni me compadeceré. Te juzgarán conforme a tu conducta y tus acciones —oráculo del Señor Dios.
¿Está acaso maldita la descendencia de Jacob? ¿Se ha agotado la paciencia del Señor y va a ser esa su manera de actuar? ¿No son benévolas sus palabras para quien procede honradamente?