Más numerosos que mis cabellos son los que me odian sin motivo; son fuertes quienes quieren destruirme, quienes me detestan sin razón alguna. ¿Tendré que devolver lo que no robé?
Pilato, al ver que nada adelantaba sino que el alboroto crecía por momentos, mandó que le trajeran agua y se lavó las manos en presencia de todos, proclamando: —¡Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre! ¡Allá vosotros!
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba el evangelio del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente.
Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la ley y los fariseos, llenos de furor contra él, comenzaron a atacarlo duramente haciendo que hablara sobre temas diversos
Pero ellos comenzaron a gritar: —¡Quítalo de en medio! ¡Crucifícalo! Pilato insistió: —¿Cómo voy a crucificar a vuestro rey? Pero los jefes de los sacerdotes replicaron: —Nuestro único rey es el emperador romano.
Como el conflicto se agravaba, el comandante empezó a temer que descuartizaran a Pablo; ordenó, pues, a los soldados que bajaran a sacarlo de allí y que lo llevaran a la fortaleza.