florezca sin falta, que exulte con gritos de alegría! Le darán la gloria del Líbano, la majestad del Carmelo y el Sarón; podrán ver la gloria del Señor, también la majestad de nuestro Dios.
Me puse inmediatamente en marcha hacia la llanura, y allí estaba la gloria del Señor (era la gloria que había visto a orillas del río Quebar). Al verla, caí rostro en tierra.
Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: —José, descendiente de David, no tengas reparo en convivir con María, tu esposa, pues el hijo que ha concebido es por la acción del Espíritu Santo.
De repente apareció un ángel del Señor y un resplandor inundó la celda. El ángel tocó a Pedro en el costado, para despertarlo, y le dijo: —¡Rápido, levántate! Y al instante cayeron las cadenas de sus muñecas.
En cuanto a nosotros, llevando todos el rostro descubierto y reflejando la gloria del Señor, vamos incorporando su imagen cada vez más resplandeciente bajo el influjo del Espíritu del Señor.
Pues el mismo Dios que dijo: Resplandezca la luz desde el seno de las tinieblas, para que irradiemos la luz del conocimiento glorioso de Dios reflejado en el rostro de Cristo.
Grande es, sin lugar a dudas, el misterio de nuestra religión: Cristo vino al mundo como ser mortal, el Espíritu dio testimonio de él, lo contemplaron los ángeles, fue anunciado a las naciones, en el mundo le creyeron, Dios lo recibió en su gloria.
Vi luego un trono majestuoso y resplandeciente; vi al que estaba sentado en él ante cuya presencia desaparecieron el cielo y la tierra sin dejar rastro tras de sí;