Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana que en su juventud había estado casada siete años,
El sacerdote Jilquías, Ajicán, Acbor, Safán y Asayá fueron a visitar a la profetisa Julda, esposa de Salún, el hijo de Ticuá y nieto de Jarjás, encargado del guardarropa, que vivía en el Barrio Nuevo de Jerusalén, y le contaron el asunto.
Ahora bien, es preciso que el obispo sea un hombre sin tacha, marido de una sola mujer. Debe ser sobrio, equilibrado, cortés, hospitalario, con capacidad para enseñar.