Antes de partir, llamó a diez criados suyos y a cada uno le entregó una cantidad de dinero, diciéndoles: «Negociad con este dinero en tanto que yo regreso».
Llegó el que había recibido los cinco talentos y, presentándole otros cinco, le dijo: «Señor, tú me entregaste cinco talentos; mira, he logrado duplicarlos».
Por último, llegó el que solamente había recibido un talento, y dijo: «Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que pretendes cosechar donde no sembraste y recoger donde no esparciste.
¿A quién pretendo yo ahora ganarme? ¿A quién busco agradar? ¿A Dios o a la gente? Si todavía tratase de seguir agradando a la gente, no sería siervo de Cristo.
Simón Pedro, servidor y apóstol de Jesucristo, a los que, en virtud del poder salvador de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, les ha sido otorgada, lo mismo que a nosotros, una fe de tan alto valor.