Ya llegan días —oráculo del Señor— en que daré a David un vástago legítimo. Será un rey que reinará con prudencia, impondrá justicia y derecho en el país.
En esto, una mujer cananea que vivía por aquellos lugares vino a su encuentro gritando: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente.
Pero los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se sintieron muy molestos al ver los milagros que Jesús había hecho y al oír que los niños gritaban en el Templo dando vivas al Hijo de David.
Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a cada una de las iglesias para que sea testigo de todos estos acontecimientos. Yo que soy vástago y estirpe de David y astro radiante de la mañana.