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Referencias Cruzadas

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Lucas 16:3

La Palabra (versión española)

El administrador se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer ahora? Mi amo me quita la administración, y yo para cavar no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza.

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26 Referencias Cruzadas  

Cuando Amán hubo entrado, el rey le preguntó: —¿Qué se puede hacer por una persona a quien el rey desea honrar? Amán dijo para sí: «¿A quién va a querer el rey honrar sino a mí?».

El perezoso desea y no se sacia, los diligentes satisfacen sus deseos.

El camino del perezoso es un zarzal, la senda de los honrados amplia calzada.

El descuidado en su trabajo es hermano del destructor.

La pereza hunde en la modorra, el indolente pasará hambre.

Tras la cosecha el perezoso no ara, luego busca en tiempo de siega y no hay nada.

Esclavo mimado desde niño acabará siendo desagradecido.

¿Qué haréis cuando os pasen cuentas, cuando se acerque de lejos la tormenta? ¿A quién acudiréis en busca de auxilio? ¿Dónde dejaréis vuestra riqueza?

los profetas profetizan en falso, los sacerdotes actúan a su antojo, y a mi pueblo le gustan estas cosas. ¿Qué haréis cuando todo esto acabe?

¿Qué haréis el día de la solemnidad, el día de la fiesta del Señor?

Al anochecer, el amo de la viña ordenó a su capataz: «Llama a los jornaleros y págales su salario, empezando por los últimos hasta los primeros».

En esto llegaron a Jericó. Y más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de otra mucha gente, un ciego llamado Bartimeo (es decir, hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino pidiendo limosna.

Así que pensó: «¿Qué haré ahora? ¡No tengo un lugar bastante grande donde guardar la cosecha!

El amo lo llamó y le dijo: «¿Qué es esto que me dicen de ti? Preséntame las cuentas de tu administración, porque desde ahora quedas despedido de tu cargo».

Y había también un pobre, llamado Lázaro, que, cubierto de llagas, estaba tendido a la puerta del rico.

Cuando el pobre murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo después murió también el rico, y fue enterrado.

¡Ya sé qué voy a hacer para que, cuando deje el cargo, no falte quien me reciba en su casa!».

Durante mucho tiempo, el juez no quiso hacerle caso, pero al fin pensó: «Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a nadie,

Sus vecinos y todos cuantos lo habían visto antes pidiendo limosna, comentaban: —¿No es este el que se sentaba por aquí y pedía limosna?

se encontraron con un lisiado de nacimiento, que estaba junto a la puerta del Templo llamada «Hermosa». Lo llevaban cada día y lo ponían allí para que pidiese limosna a las personas que entraban en el Templo.

Anda, levántate y entra en la ciudad. Allí recibirás instrucciones sobre lo que debes hacer.

Y es que nos hemos enterado de que algunos viven ociosamente entre vosotros: en lugar de trabajar, se entrometen en todo.




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