Nadie puede servir a dos amos al mismo tiempo, porque aborrecerá al uno y apreciará al otro; será fiel al uno y del otro no hará caso. No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.
Vended vuestros bienes y repartid el producto entre los necesitados. Haceos así un capital que no se deteriora, riquezas inagotables en los cielos, donde no hay ladrones que entren a robar ni polilla que destruya.
Por eso, os aconsejo que os ganéis amigos utilizando las riquezas de este mundo. Así, cuando llegue el día de dejarlas, habrá quien os reciba en la mansión eterna.
Al escuchar estas palabras, Jesús le dijo: —Aún te falta algo: vende todo lo que posees y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo. Luego, vuelve aquí y sígueme.
A mí, que soy el más insignificante de todos los creyentes, se me ha concedido este privilegio: anunciar a los paganos la incalculable riqueza de Cristo
Escuchad, hermanos míos queridos: Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman.
Si de veras quieres enriquecerte, harías bien en comprarme oro pasado por el crisol, vestidos blancos con que cubrir tu vergonzosa desnudez y colirio con que ungir tus ojos para que puedas ver.