Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: «¡Alegraos conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!».
Sus vecinos y parientes se enteraron de este gran don que el Señor, en su misericordia, le había concedido, y acudieron a felicitarla.
Pues yo os digo que, igualmente, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
O también, ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la busca afanosamente hasta que la encuentre?