O también, ¿qué mujer, si tiene diez monedas y se le pierde una de ellas, no enciende una lámpara y barre la casa y la busca afanosamente hasta que la encuentre?
Del mismo modo que el pastor vela por sus ovejas cuando andan dispersas, así velaré yo por mis ovejas y las sacaré de todos los lugares por donde se habían dispersado en días de densa niebla.
Tampoco se enciende una lámpara de aceite y se tapa con una vasija. Al contrario, se pone en el candelero, de manera que alumbre a todos los que están en la casa.
Pues yo os digo que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse.
Tengo todavía otras ovejas que no están en este aprisco a las que también debo atraer; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor.
Y un buen número de personas que se habían dedicado a la magia recogieron sus libros y los quemaron a la vista de todos. Un cálculo aproximado del valor de aquellos libros arrojó la cifra de cincuenta mil monedas de plata.