Pues yo os digo que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse.
La esposa pertenece al esposo. En cuanto al amigo del esposo, el que está junto a él, lo escucha y se alegra extraordinariamente al oír la voz del esposo. Por eso, en este momento mi alegría se ha colmado.
Provistos, pues, de lo necesario por la iglesia de Antioquía, atravesaron Fenicia y Samaría, refiriendo cómo también los no judíos se convertían, noticia esta que causó gran alegría a todos los hermanos.
Y aunque tuviera que sufrir el martirio como ofrenda sacrificial en favor de vuestra fe, me sentiría dichoso compartiendo con todos vosotros mi alegría;
Y es que ¿quién, sino vosotros, será nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra corona de gloria ante Jesús nuestro Señor, el día de su manifestación?