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Referencias Cruzadas

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Lucas 15:18

La Palabra (versión española)

Volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti,

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36 Referencias Cruzadas  

Su oración y la escucha divina, todos sus pecados e infidelidades, los lugares donde construyó santuarios locales y erigió columnas e ídolos antes de convertirse, están escritos en la historia de Jozay.

Señor, haciendo honor a tu nombre, perdona mi grave pecado.

No ahorres corrección al niño: no morirá por azotarlo con la vara.

que eres nuestro padre, pues Abrahán no sabe quiénes somos e Israel no ha llegado a conocernos. Tú eres el Señor, nuestro padre, desde siempre te llamas «Redentor».

Yo había pensado: Voy a contarte entre mis hijos, te daré una tierra deliciosa, la heredad más hermosa de las naciones. Pensaba que me llamarías «Padre», que no te apartarías de mí.

¿No es Efraín mi hijo querido? ¿No es mi niño encantador? Cada vez que lo reprendo, vuelvo a acordarme de ello, mis entrañas se conmueven, me apiado sin falta de él —oráculo del Señor—.

que su boca bese el polvo por si aún queda esperanza;

Revisemos nuestras sendas y volvamos al Señor.

Transcurridos doce meses, mientras paseaba por la terraza del palacio real de Babilonia,

Me arrojaste a las simas del mar, sus corrientes me cercaron, tu recio oleaje me arrolló.

¡Tal vez Dios se arrepienta, se calme el furor de su ira y no perezcamos!».

Confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba en las aguas del Jordán.

Porque, si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.

Vosotros debéis orar así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos se las dará también a quienes se las pidan!

Jesús les dijo: —Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.

Entonces recapacitó y se dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo estoy aquí muriéndome de hambre!

y ya no merezco que me llames hijo; trátame como a uno de tus jornaleros».

El hijo empezó a decir: «Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco que me llames hijo».

En cambio, el recaudador de impuestos, que se mantenía a distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista del suelo, sino que se golpeaba el pecho y decía: «¡Oh Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador».




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