Tú les dirás: Juro por mí mismo —oráculo del Señor Dios— que no me complace la muerte del malvado; solo quiero que cambie de conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra malvada conducta. ¿Por qué tenéis que morir, pueblo de Israel?
Guardaos, pues, de despreciar a alguno de estos pequeños, porque os aseguro que en el cielo sus ángeles están siempre en presencia de mi Padre celestial. [
Pues yo os digo que, igualmente, hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse.
Estas razones hicieron callar a los oyentes, que alabaron a Dios y comentaron: —¡Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna!
Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte.