Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta.
Yo, azorado, llegué a pensar: «Me has apartado de tu presencia». Pero tú oías mi voz suplicante mientras a ti clamaba.
Pienso que estoy sin fuerza, que se ha agotado del todo mi esperanza en el Señor.
Aunque grité y pedí auxilio, no hizo caso de mi súplica.
A quien te pida algo, dáselo; y a quien te ruegue que le hagas un préstamo, no le vuelvas la espalda.
Pues todo el que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, Dios le abrirá la puerta.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide pescado, le dará una serpiente?
Por eso os digo: Pedid y Dios os atenderá, buscad y encontraréis; llamad y Dios os abrirá la puerta.
Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar en cualquier circunstancia, sin jamás desanimarse. Les dijo:
Y, si pedís, no recibís nada porque pedís con la torcida intención de malgastarlo en vuestros caprichos.
Consideramos dichosos a los que supieron mantenerse firmes. Más aún, tenéis conocimiento de la firmeza de Job, y ya veis el feliz desenlace a que lo condujo el Señor; porque el Señor es compasivo y misericordioso.