Cuando por fin salió, al ver que no podía hablar, comprendieron que había tenido una visión en el Templo. Había quedado mudo y solo podía expresarse por señas.
Él les hizo señas de que guardaran silencio y les refirió cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y concluyó diciendo: —Comunicádselo a Santiago y a los otros hermanos. Seguidamente partió hacia otro lugar.
Algunos de los presentes animaron a un tal Alejandro para que hablara en nombre de los judíos. Alejandro pidió silencio haciendo señas con la mano de que deseaba hablar al pueblo.
Concedido el permiso, Pablo se situó en lo alto de la escalinata e hizo con la mano un ademán para conseguir la atención del pueblo. Se hizo un profundo silencio y Pablo comenzó a hablar en arameo: