Si un israelita o uno de los extranjeros residentes entre ellos, come cualquier clase de sangre, yo —el Señor— me enemistaré contra él y lo excluiré de su pueblo.
Pues ¡qué decir de quien haya pisoteado al Hijo de Dios, haya profanado la sangre de la alianza con que fue consagrado y haya ultrajado al Espíritu que es fuente de gracia! ¿No merece un castigo mucho más severo?
Avisaron a Saúl: —La gente está ofendiendo al Señor, comiendo sangre. Él contestó: —¡Estáis siendo infieles! Traed hasta aquí ahora mismo una piedra grande.