Los restantes judíos que vivían en las otras provincias del reino se organizaron también para defenderse y librarse de sus enemigos; mataron a setenta y cinco mil de ellos, pero no saquearon sus bienes.
Aquel día protegerá el Señor a los habitantes de Jerusalén: el más débil entre ellos se sentirá fuerte como David, y la dinastía de David será para ellos como Dios, como un ángel del Señor al frente de ellos.
Hacéis, pues, mal en rebelaros contra el Señor y en temer a los habitantes de esa tierra. Nos los comeremos como si fueran pan, porque el dios que los protege se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está el Señor; por lo tanto, no los temáis.
Uno solo de vosotros era capaz de perseguir a mil, porque el Señor mismo, vuestro Dios, era quien peleaba en vuestro lugar tal como os tenía prometido.