Mi corazón está con los capitanes de Israel, con los voluntarios del pueblo. ¡Bendecid al Señor!
El pueblo se alegraba de los donativos voluntarios que habían hecho al Señor de todo corazón. El rey David también se alegró mucho
y Amasías, hijo de Zicrí, voluntario al servicio del Señor, con doscientos mil guerreros valerosos.
Cuando Ezequías y las autoridades llegaron y vieron los montones, bendijeron al Señor y a su pueblo Israel.
Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén.
Bendice, alma mía, al Señor, no te olvides de sus favores.
Tu pueblo se te ofrecerá cuando se manifieste tu poder; con sagrado esplendor, desde el seno de la aurora, como rocío te he engendrado.
Si la disposición es buena, a nadie se le piden imposibles; lo que dé es bien recibido.
Apenas recibió la invitación, le faltó tiempo para ponerse espontáneamente en camino hacia vosotros.
Por eso me pareció necesario pedir a esos hermanos que fueran por delante y preparasen con tiempo el generoso obsequio que habíais prometido. Preparadas así las cosas, parecerá verdaderamente un obsequio y no una muestra de tacañería.
Porque Israel se desmelena, porque el pueblo acude voluntario, ¡bendecid al Señor!