Lo que ocurre es que todos estos que no conocen la ley son unos malditos.
Escuchad la palabra del Señor, vosotros, gente burlona, gobernantes de este pueblo que habita en Jerusalén.
¡Ay de los que se creen sabios, y se tienen por juiciosos!
que decía: «No te acerques, no me toques, que estoy consagrado». Todo esto enciende mi cólera, como un fuego que arde sin parar.
¿Acaso alguno de nuestros jefes o de los fariseos ha creído en él?
Pero uno de ellos, Nicodemo, que con anterioridad había acudido a Jesús, intervino y dijo:
Ellos replicaron: —¿Es que pretendes darnos lecciones a nosotros, tú, que de pies a cabeza naciste envuelto en pecado? Y lo expulsaron de la sinagoga.
Al oír esto, algunos fariseos que estaban a su lado le preguntaron: —¿Quieres decir que también nosotros estamos ciegos?