Al alzar Jesús la mirada y ver aquella gran multitud que acudía a él, dijo a Felipe: —¿Dónde podríamos comprar pan para que puedan comer todos estos?
Porque ¿dónde conseguiré carne para dar de comer a todo este pueblo? Y es que vienen a mí con lamentos y me exigen: «¡Danos carne para comer!».
Los discípulos le dijeron: —¿No ves que estamos en un lugar apartado? ¿De dónde vamos a sacar suficiente pan para dar de comer a toda esta gente?
Así que subieron a una barca y se dirigieron, ellos solos, a un lugar apartado.
Cuando volvieron los apóstoles, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Jesús se los llevó aparte, a un pueblo llamado Betsaida.
Al día siguiente, Jesús decidió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: —Sígueme.
Felipe, que era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro,
se encontró con Natanael y le dijo: —Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en el Libro de la Ley y del que hablaron también los profetas: Jesús, hijo de José y natural de Nazaret.
Natanael exclamó: —¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó: —Ven y verás.
Natanael le preguntó: —¿De qué me conoces? Jesús respondió: —Antes que Felipe te llamara, ya te había visto yo cuando estabas debajo de la higuera.
¿No decís vosotros que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fijaos: los sembrados están ya maduros para la recolección.