Pero vosotros, como ya os he dicho, no creéis a pesar de haber visto.
Abrahán le contestó: «Si no quieren escuchar a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite uno de los que han muerto».
A pesar de haber visto con sus propios ojos los grandes milagros que Jesús había hecho, no creían en él.
Si yo no hubiera realizado ante ellos cosas que nadie ha realizado, no serían culpables; pero han visto esas cosas y, a pesar de todo, siguen odiándonos a mi Padre y a mí.
Jesús les contestó: —Estoy seguro de que me buscáis no por los milagros que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Ellos replicaron: —¿Cuáles son tus credenciales para que creamos en ti? ¿Qué es lo que tú haces?
Todo aquel que el Padre me confía vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí.
Mi Padre quiere que todos los que vean al Hijo y crean en él, tengan vida eterna; yo, por mi parte, los resucitaré en el último día.
Pero algunos de vosotros no creen. Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a traicionar.