El enfermo le contestó: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque una vez que el agua ha sido agitada. Cuando llego, ya otro se me ha adelantado.
Mira a la derecha, observa: no hay nadie que me conozca; me he quedado sin refugio, no hay quien cuide de mí.
Pues él salvará al desvalido que clama, al humilde a quien nadie ayuda;
Hay en Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las Ovejas, un estanque conocido con el nombre hebreo de Betzata, que tiene cinco soportales.
En estos soportales había una multitud de enfermos recostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos.
Jesús, al verlo allí tendido y sabiendo que llevaba tanto tiempo, le preguntó: —¿Quieres curarte?
Carecíamos de fuerzas, pero Cristo murió por los culpables en el momento señalado.
Bien sabéis que de todos los que participan en una competición atlética, solo uno recibe el premio. ¡Corred como para ganar!
El Señor saldrá en defensa de su pueblo cuando lo vea desfallecer; se compadecerá de sus siervos cuando ya no queden ni esclavos ni libres.