Yo ofrecía respuesta a quienes no preguntaban, me dejaba encontrar por quienes no me buscaban. Yo decía: «Aquí estoy, aquí estoy» a un pueblo que no invocaba mi nombre.
adulterios y relinchos, tus planes de prostituta. Por las colinas del campo vi tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén, que no estás purificada! ¿Hasta cuándo todavía?
Por tercera vez le preguntó Jesús: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció al oír que le preguntaba por tercera vez si lo quería, y contestó: —Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero. Entonces Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas.
El enfermo le contestó: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque una vez que el agua ha sido agitada. Cuando llego, ya otro se me ha adelantado.
Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, excepto el pecado, ha experimentado todas nuestras pruebas.