En aquel momento la gloria del Dios de Israel llegaba por el este: oí un ruido, como el estruendo de aguas caudalosas, y su gloria llenó de resplandor la tierra.
Oí luego algo parecido a la voz de una muchedumbre inmensa, al rumor de aguas caudalosas, al retumbar de truenos fragorosos. Proclamaban: —¡Aleluya! El Señor Dios nuestro, dueño de todo, ha establecido su reinado.
Recorrió la serranía de Efraín y el término de Salisá, pero no encontró las asnas. Recorrió el término de Saalín, y nada. Recorrió también el término de Benjamín y tampoco las encontró.