Elías le dijo: —No te apures. Anda y haz lo que dices. Pero primero prepárame de ahí un panecillo y tráemelo. Después podrás hacerlo para ti y para tu hijo.
Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los judíos para sus ritos purificatorios, con una capacidad de entre setenta y cien litros cada una.