Había allí seis tinajas de piedra, de las que utilizaban los judíos para sus ritos purificatorios, con una capacidad de entre setenta y cien litros cada una.
Eran simplemente alimentos, bebidas o ritos purificatorios diversos; observancias todas ellas exteriores, válidas únicamente hasta el momento en que se instaurara el nuevo orden de cosas.
En efecto, cuando Moisés terminó de explicar a todo el pueblo los preceptos de la ley, tomó sangre de los toros y los machos cabríos, la mezcló con agua y, valiéndose de un poco de lana roja y de una rama de hisopo, roció con ella al libro de la ley y a todo el pueblo