El que no permanece unido a mí, es arrojado fuera, como se hace con el sarmiento improductivo que se seca; luego, estos sarmientos se amontonan y son arrojados al fuego para que ardan.
Pero tú has sido tirado y privado de tu tumba, igual que un feto asqueroso; estás cubierto de muertos, de traspasados a espada, como un cadáver pisoteado.
Sola está la ciudad fortificada: no es más que una morada abandonada, olvidada lo mismo que un desierto. Allí pastan los terneros, tumbados consumen sus ramas.
Di: Esto dice el Señor Dios: ¿Saldrá adelante la vid? ¿No le arrancará [el águila] las raíces y hará que se malogre su fruto, dejando secos sus rebrotes [sin necesitar gran esfuerzo, sin el concurso de mucha gente], hasta que quede arruinada, sin raíz?
En efecto, si los que han sido liberados de la corrupción del mundo, al haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se dejan de nuevo enredar y atrapar en ella, su situación final resulta peor que la primera.
Han salido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. De haber sido de los nuestros, se habrían mantenido con nosotros. Pero así queda claro que no todos son de los nuestros.
Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte.