Entonces intervino Felipe: —Señor, muéstranos al Padre; con eso nos conformamos.
Dios escuchará sus plegarias, podrá ver su rostro con alegría, pues le ha devuelto su integridad.
Pero yo, Señor, me he portado rectamente y por eso contemplaré tu rostro; al despertarme, me saciaré de tu imagen.
Te contemplé en tu santuario, vi tu poder y tu gloria.
Felices los que tienen limpia la conciencia, porque ellos verán a Dios.
Natanael le preguntó: —¿De qué me conoces? Jesús respondió: —Antes que Felipe te llamara, ya te había visto yo cuando estabas debajo de la higuera.
Hasta ahora os he hablado en lenguaje figurado; pero llega el momento en que no recurriré más a este lenguaje, sino que os hablaré del Padre en forma clara y directa.