Jesús le contestó: —Lo que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora; llegará el tiempo en que lo entiendas.
Se comprarán campos en esta tierra de la que decís que es una desolación, sin gente y sin animales, y que ha sido entregada en manos de los caldeos.
Dichoso el que sea capaz de esperar y llegue a los mil trescientos treinta y cinco días.
Lo oí, pero no pude entenderlo. Así que pregunté: —Señor, ¿cuál será el resultado de todo esto?
Sus discípulos no entendieron entonces el significado de este gesto; solamente después, cuando Jesús fue glorificado, recordaron que aquello que habían hecho con Jesús ya estaba escrito de antemano sobre él.
Simón Pedro le preguntó: —Señor, ¿adónde vas? Jesús le contestó: —Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; algún día lo harás.
Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo: —Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí?
Pero el Abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo.