Os aseguro que si un grano de trigo no cae en tierra y muere, seguirá siendo un único grano. Pero si muere, producirá fruto abundante.
Aunque sean viejas sus raíces soterradas, aunque agonice su tocón en el polvo,
está agostada mi fuerza como la tierra seca, mi lengua está pegada al paladar; tú me hundes en el polvo de la muerte.
Que haya grano abundante en la tierra, que la mies ondee en la cima de los montes, que sus frutos florezcan como el Líbano, sus gavillas como la hierba del campo.
También el grano se golpea, pero no se tritura del todo; la rueda del carro lo trilla, lo rompe, pero no lo aplasta.
Para eso murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.