Natanael exclamó: —¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó: —Ven y verás.
Felipe, Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador de impuestos; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo;
y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cumplió lo dicho por medio de los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.
¿Por qué no discernís por vosotros mismos lo que es recto?
Felipe, que era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro,
se encontró con Natanael y le dijo: —Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en el Libro de la Ley y del que hablaron también los profetas: Jesús, hijo de José y natural de Nazaret.
Estos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: —Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Entonces intervino Felipe: —Señor, muéstranos al Padre; con eso nos conformamos.
—Venid a ver a un hombre que me ha adivinado todo lo que he hecho. ¿Será el Mesías?
Al alzar Jesús la mirada y ver aquella gran multitud que acudía a él, dijo a Felipe: —¿Dónde podríamos comprar pan para que puedan comer todos estos?
Felipe le respondió: —Aunque se gastase uno el salario de más de medio año, no alcanzaría para que cada uno de estos probase un bocado.
Los otros le replicaron: —¿También tú eres de Galilea? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido jamás un profeta. [
Examinadlo todo y quedaos con lo bueno.