Se le acercaron entonces los judíos, se pusieron a su alrededor y le dijeron: —¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesías, dínoslo claramente de una vez.
Esta afirmación provocó en los judíos un mayor deseo de matarlo, porque no solo no respetaba el sábado, sino que además decía que Dios era su propio Padre, haciéndose así igual a Dios.
Al oír esto, los judíos le dijeron: —Ahora estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán murió, los profetas murieron, ¿y tú dices que quien acepta tu mensaje jamás morirá?
Próximo ya el final de su carrera, decía Juan: «¿Quién pensáis que soy? Por supuesto no el que esperáis, pues ni siquiera soy digno de desatar el calzado a quien viene después de mí».
En caso de infección de la piel, observad minuciosamente todas las instrucciones que os den los sacerdotes levitas y seguid al pie de la letra todo lo que yo les he ordenado.