Al día siguiente, Abrahán se levantó de madrugada, tomó pan y un odre de agua, lo cargó a hombros de Agar y la despidió con el niño. Ella se marchó y anduvo sin rumbo por el desierto de Berseba.
Al día siguiente, de madrugada, Abrahán se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y, en compañía de dos siervos y de Isaac, se dirigió al lugar que Dios le había indicado.
—Desde el año décimo tercero de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, hasta el día de hoy (veintitrés años en total) he recibido la palabra del Señor y os la he comunicado día tras día, pero no habéis escuchado.
En consecuencia, por haber perpetrado todas estas acciones —oráculo del Señor—, porque os hablé sin descanso y no me escuchasteis, porque os llamé y no respondisteis,
Recuerda, pueblo mío, lo que tramaba Balac, rey de Moab, y cómo respondió Balaán, hijo de Beor. [Recuerda cómo pasaste] de Sitín a Guilgal; así reconocerás las victorias del Señor.
Josué, hijo de Nun, envió en secreto desde Sitín a dos espías encomendándoles: —Id y reconoced la región y la ciudad de Jericó. Ellos fueron y entraron en casa de una prostituta, llamada Rajab, y se quedaron a dormir allí.
El séptimo día, se levantaron de madrugada y, siguiendo el mismo ritual, dieron siete vueltas a la ciudad; únicamente el séptimo día dieron siete vueltas a la ciudad.
Al día siguiente David madrugó, dejó el rebaño al cuidado de un pastor, cargó las provisiones y se marchó, como le había mandado su padre. Cuando llegó al campo de batalla, el ejército salía a tomar posiciones, lanzando el grito de guerra.