El Señor dijo entonces a Josué: —No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, haré que perezcan todos ellos ante Israel; tú desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros.
David capturó mil setecientos soldados de caballería, veinte mil de infantería, y quebró las patas de todos los caballos de tiro, dejando solo cien carros.
¡Ay de los que bajan a Egipto para buscar quien los ayude, de los que en sus caballos se apoyan! Confían en la abundancia de carros de guerra y en la gran fortaleza de los jinetes, no hacen caso del Santo de Israel ni van a consultar al Señor.
Los habitantes de las ciudades de Israel saldrán y pegarán fuego a las armas: escudos y adargas, arcos y flechas, mazas y lanzas; y harán fuego con ellas durante siete años.
Buscad las palabras oportunas y volved al Señor diciendo: «Perdona toda nuestra culpa y acepta esto que es bueno y que nosotros te ofrecemos: las palabras de nuestros labios.
Tú deberás aniquilar a todos los pueblos que el Señor tu Dios entregue en tus manos. No te apiades de ellos, ni rindas culto a sus dioses, porque eso sería tu perdición.
y Finés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba entonces a su servicio. Preguntaron: —¿He de volver a combatir contra mi hermano Benjamín o debo desistir? El Señor respondió: —Subid, porque mañana lo entregaré en vuestras manos.
Entonces dijo a los mensajeros que habían venido: —Decid a los de Jabés que mañana al mediodía recibirán ayuda. Cuando los mensajeros llegaron y comunicaron la noticia, los habitantes de Jabés se llenaron de alegría