Entonces, el Señor Dios hizo crecer un ricino por encima de Jonás para dar sombra a su cabeza y librarlo de su enojo. Una gran alegría invadió a Jonás a causa del ricino.
Amán salió aquel día contento y de buen humor, pero cuando vio a la entrada del palacio a Mardoqueo que no se levantaba ni mostraba signo alguno de respeto a su paso, Amán montó en cólera contra él;
Ezequías se alegró, y enseñó a los embajadores el lugar donde guardaba su tesoro: la plata, el oro, los perfumes y el aceite aromático; también les mostró su arsenal y todo lo que tenía almacenado. No hubo nada en su palacio y en todos sus dominios que Ezequías no les enseñase.
Jonás, por su parte, salió de la ciudad y se instaló al oriente de la misma; hizo allí una cabaña y se sentó bajo su sombra esperando a ver qué sucedía en la ciudad.