Oíd, mujeres, la palabra del Señor, escuchen vuestros oídos la palabra de su boca. Enseñad una endecha a vuestras hijas, cada una a su amiga esta elegía:
de manera que en pleno día andarás a tientas, como el ciego en la oscuridad. Fracasarás en todo lo que hagas; día tras día serás oprimido; te robarán y nadie acudirá en tu ayuda.
Ese día os dedicarán una copla y os entonarán una elegía que diga: «Nos han arruinado del todo, han vendido mi herencia familiar; se nos arrebatan los campos y se reparten entre los invasores».
Cumplid, pues, todas mis leyes y todos mis mandamientos; ponedlos en práctica no sea que os vomite la tierra a la cual yo os voy a guiar para que habitéis en ella.
Corta tu melena de consagrado, tírala por ahí, y entona en las dunas esta endecha, pues el Señor ha rechazado y abandonado a la generación que se ha hecho objeto de su cólera.
Me dijo el Señor: —Aunque se presentaran ante mí Moisés y Samuel, no me sentiría bien dispuesto hacia este pueblo. Échalos de mi presencia y que salgan.