Se han convertido en paja y el fuego los ha quemado; y no han librado su vida del alcance de las llamas: no eran brasas para calentarse ni hogar donde buscar reparo.
Los soldados de Babilonia ya no luchan, se quedan metidos en las fortalezas, se agota su valor, son como mujeres; el fuego consume sus edificios, sus cerrojos están destrozados.
Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ha quedado la capital de Babilonia como una era en tiempo de trilla; cuando pase un poco de tiempo, le llegará la hora de la cosecha.
Entonces el enemigo abrió una brecha en la muralla de la ciudad y todos los soldados, aprovechando la noche, huyeron de la ciudad por una puerta entre las dos murallas, la que da a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la Arabá.