Desde el confín de la tierra oímos cantos de alegría: «Gloria al justo». Yo, en cambio, pensaba: «Pobre de mí, pobre de mí, ay de mí, los traidores traicionan, los traidores traman traiciones».
Tú tienes razón, Señor, cuando discuto contigo; pero quiero exponerte un caso: ¿Por qué prospera la conducta del malvado? ¿Por qué viven tranquilos los traidores?