pues llega el día desolador para toda la gente filistea. Tiro y Sidón perderán sus últimos aliados cuando el Señor destruya a los filisteos, al resto de las costas de Creta.
Dirán aquel día los habitantes de esta costa: «A esto han ido a parar aquellos a quienes pedimos ayuda para que nos salvaran del rey de Asiria. ¿Cómo nos pondremos a salvo?».
Pero es el día de Dios, Señor del universo, día de venganza, contra sus enemigos. La espada devora hasta hartarse, hasta quedar ahíta de su sangre; pues celebra un banquete Dios, Señor del universo, en tierras del norte, junto al Éufrates.
Por eso, así dice el Señor Dios: Por haber puesto en evidencia vuestras culpas, haber descubierto vuestra rebeldía convirtiendo en pecado cuanto hacéis y jactándoos de ello, seréis capturados por la fuerza.
Han llegado los días del castigo, ha llegado el tiempo de la paga. ¡Que lo sepa Israel! Está trastornado el profeta, desvaría el hombre del espíritu a causa de tu gran iniquidad, de la enormidad de tu odio.
Vosotros, israelitas, sois para mí como si fuerais oriundos de Cus —oráculo del Señor— si yo saqué a Israel de Egipto, también saqué a los filisteos de Creta y a los arameos de la tierra de Quir.
Cuando el sacerdote Finés, los jefes de la comunidad y los notables de los clanes israelitas que lo acompañaban, oyeron la explicación ofrecida por los rubenitas, los gaditas y los de la media tribu de Manasés, se dieron por satisfechos.