Yo hoy me siento débil, aunque sea el rey ungido, y esa gente, los hijos de Seruyá, son más fuertes que yo. ¡Que el Señor les dé su merecido por su maldad!
El rey Sedecías mandó que se lo llevaran a palacio y le preguntó en secreto: —¿Hay alguna palabra de parte del Señor? Jeremías respondió: —Sí. Serás entregado en manos del rey de Babilonia.
Pero aquellos hombres acudieron en masa al rey y le dijeron: —Ya sabes, majestad, que, según la ley de los medos y de los persas, todo real decreto es irrevocable una vez promulgado.
El rey acabó cediendo y mandó que trajeran a Daniel y lo arrojaran al foso de los leones. Antes le dijo: —Tu Dios, a quien tan fielmente das culto, te salvará.