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Referencias Cruzadas

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Jeremías 32:3

La Palabra (versión española)

Lo había encarcelado Sedecías, rey de Judá, con esta acusación: —Tú has profetizado que el Señor va a entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia para que la conquiste,

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23 Referencias Cruzadas  

Incluso en los momentos del asedio el rey Ajaz aumentó su infidelidad al Señor,

Pero el rey de Egipto les dijo: —Moisés y Aarón, ¿por qué distraéis al pueblo de su trabajo? ¡Volved a vuestros quehaceres!

En vano castigué a vuestros hijos, pues no han aprendido la lección. Vuestra espada devoró a los profetas, lo mismo que un león depredador.

Les respondió Jeremías: —Esto le diréis a Sedecías:

Y si una nación o reino no se somete a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no pone su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo mismo castigaré a esa nación con la espada, el hambre y la peste —oráculo del Señor—, hasta que haya acabado con ellos por medio de él.

También a Sedecías, rey de Judá, y a sus cortesanos los entregaré en manos de sus enemigos y de los que quieren quitarles la vida, y en manos del ejército del rey de Babilonia, que acaba de retirarse.

Luego dirás a Joaquín, rey de Judá: Así dice el Señor: Tú has quemado ese rollo diciendo: «¿Por qué has escrito en él que el rey de Babilonia destruirá esta ciudad y exterminará a las personas y los animales que la habiten?».

Por entonces Jeremías andaba entre la gente, pues aún no lo habían metido en la cárcel.

Pero si no sales y te entregas a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en manos de los caldeos y acabará siendo pasto de las llamas. Y tú no conseguirás escapar de sus manos.

Así dice el Señor: Esta ciudad será entregada en manos del ejército del rey de Babilonia, que la conquistará.

Los dignatarios dijeron al rey: —Ese hombre debe morir, porque, al hablar de tal modo, está debilitando el ánimo de los soldados que quedan en la ciudad y del resto de la gente. En realidad, ese hombre no busca el bienestar del pueblo, sino su desgracia.

así que Ebedmélec salió del palacio y fue a entrevistarse con el monarca. Le dijo:

siendo así, Señor, que tus ojos buscan la verdad? Los golpeaste y no les afectó, los destrozaste y no se corrigieron; endurecían su cara como la piedra, no quisieron convertirse a ti.

Con mi delito hizo un yugo bien atado por su mano y me lo cargó en el cuello, debilitando mis fuerzas; pues me ha entregado mi Dios a quien no puedo hacer frente.

Pero no vuelvas a profetizar en Betel porque aquí está el santuario del rey, el templo real.

y le preguntaron: —Dinos, ¿con qué derecho haces tú todo eso? ¿Quién te ha autorizado para ello?




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