los que dicen a un leño: «Tú eres mi padre», y a un trozo de piedra: «Tú me has parido». Me vuelven la espalda, sin mirarme; mas llega el desastre y me dicen: «Venga, sálvanos».
a todas las prostitutas se les paga lo convenido. Tú, en cambio, hacías regalos a todos tus amantes y los atraías con mercedes para que vinieran de los alrededores a fornicar contigo.