¿Por qué te estás portando como quien está adormecido, como guerrero incapaz de salvar? Pero tú, Señor, estás entre nosotros, somos reconocidos por tu nombre. ¡No nos abandones!
si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y se arrepiente de su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré sus pecados y devolveré la salud a su tierra.
¡Despierta, brazo del Señor, despierta y revístete de fuerza! Despierta como en los días de antaño, como en aquellas antiguas generaciones. ¿No fuiste tú quien destrozó a Rahab, quien traspasó al Dragón del mar?
Somos gente a quien hace tiempo ya no guías, sobre quienes ya no se invoca tu nombre. ¡Ah, si rasgases el cielo y bajases! Los montes se fundirían ante ti,
Si encontraba tus palabras las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón. ¡Yo era reconocido por tu nombre: Señor, Dios del universo!
Así dice el Señor: Volveré de nuevo a Sion y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén será llamada «ciudad fiel», y se llamará «monte santo» al monte del Señor del universo.
Buscarán así al Señor los que hayan quedado, junto con las naciones todas que han sido consagradas a mí. Así lo dice el Señor que realiza todas estas cosas,
¿Puede haber algo en común entre el templo de Dios y los ídolos? Pues nosotros somos templos de Dios viviente. Así lo ha dicho Dios mismo: Habitaré y caminaré en medio de ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Como parte de tu equipo llevarás una estaca. Cuando salgas a hacer tus necesidades, harás con ella un hoyo y luego lo volverás a tapar para cubrir tus excrementos.
Que la fiebre del dinero no se apodere de vosotros; contentaos con lo que tenéis, ya que es Dios mismo quien ha dicho: Nunca te abandonaré; jamás te dejaré solo.
Y oí una voz poderosa que decía desde el trono: —Esta es la morada que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo y él será su Dios.