por tanto, si a partir de ahora me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi pueblo predilecto entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece;
diciendo: —Señor, si de verdad gozo de tu favor, ven con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo. Perdónanos nuestras desobediencias y pecados, y acéptanos como propiedad tuya.
Así dice el Señor, que ha puesto el sol para alumbrar de día, la luna y las estrellas para alumbrar la noche; el que agita el mar y hace que bramen sus olas: su nombre es Señor del universo.
Aunque pones de manifiesto tu amor por generaciones, castigas la culpa de los padres en sus descendientes. Eres un Dios grande y poderoso: ¡Te llamas Señor del universo!
¡Por mi vida —oráculo del Rey que se llama Señor del universo— que así tiene todo que suceder, tan real como el Tabor entre los montes, como el Carmelo cerca del mar!
Porque él es quien formó los montes y dio existencia a los vientos; él es quien revela al ser humano sus proyectos, quien cambia las tinieblas en aurora y camina sobre las cumbres de la tierra. Su nombre es el Señor, Dios del universo.
Esto dice el Señor del universo —de quien soy su mensajero autorizado— acerca de las naciones que os despojaron: El que os toca a vosotros, toca a las niñas de mis ojos.