Así que murió todo ser viviente que se movía sobre la tierra: las aves, los animales tanto salvajes como domésticos, los reptiles y también los seres humanos.
dijo a Noé: —He decidido acabar con todos los seres vivos, pues por su culpa la tierra se ha corrompido. Voy a poner fin a la tierra y a sus moradores.
porque dentro de siete días haré que llueva sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y borraré de ella a todos los seres que he creado.
Por eso, la maldición devora la tierra, son castigados los que habitan en ella. Por eso, se consumen los que habitan la tierra, solo quedan unas pocas personas.
Su vanguardia es fuego consumidor, llama abrasadora su retaguardia. Antes de su paso, era el país un paraíso; después, todo es estepa desolada: nada se escapa ante él.
Aniquilaré toda persona y animal: no dejaré pájaros en el cielo ni peces en el mar; haré perecer a los malvados y exterminaré a todo ser humano sobre la superficie de la tierra —oráculo del Señor—.
Como tampoco perdonó a la humanidad primitiva, con excepción de Noé —preservado con otros siete por ser el pregonero de la justicia divina—, sino que desencadenó el diluvio sobre aquel mundo de impíos.