Y dijo Jacob a José: —El Dios todopoderoso se me apareció en la ciudad de Luz, en la tierra de Canaán, y me bendijo
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años se le apareció el Señor y le dijo: —Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente.
Te haré extraordinariamente fecundo; de ti surgirán naciones y reyes.
Que el Todopoderoso te bendiga y te haga crecer y multiplicarte hasta llegar a ser una muchedumbre de tribus.
Cuando le avisaron a Jacob que su hijo venía a verlo, hizo un esfuerzo y se incorporó en la cama.
Que te proteja el Dios de tu padre, que el Todopoderoso te bendiga con bendiciones arriba en el cielo, con bendiciones abajo en el abismo, con bendiciones que colmen pechos y senos maternos.
Me manifesté a Abrahán, Isaac y Jacob como el Todopoderoso, pero no les revelé mi nombre, el Señor.
Ya en el seno materno suplantó a su hermano y en su edad viril luchó con Dios,
resplandeciente de gloria divina. Su brillo era como el de una piedra preciosa deslumbrante, como el del jaspe cristalino.
Los de la casa de José hicieron un reconocimiento previo por los alrededores de Betel (que antes se llamaba Luz).